"Quien se pronuncia por el camino reformista en lugar de y en oposición a la conquista del poder político y a la revolución social no elige en realidad un camino más tranquilo, seguro y lento hacia el mismo objetivo, sino un objetivo diferente: en lugar de la implantación de una nueva sociedad, elige unas modificaciones insustanciales de la antigua." Rosa Luxemburgo

jueves, 5 de abril de 2012

Por un movimiento popular europeo de solidaridad con el pueblo griego y de resistencia activa contra las políticas de austeridad

por Yorgos Mitralias, CADTM
18 de marzo

¿Por qué las desgracias del pueblo griego emocionan tanto a la opinión pública europea? ¿Y por qué, día tras día, esta emoción extensa y profunda se transforma en voluntad de actuar, de hacer algo para poder manifestar su solidaridad con la población griega? La respuesta no es difícil: el drama griego afecta e incluso rebela a la gente porque ya no se percibe como exterior a sus preocupaciones, como un caso aislado, como una excepción a la regla. En suma, porque es reconocido como lo que ha sido siempre, desde el comienzo, un caso/prueba inventado e impuesto a la fuerza por los de arriba, con el objetivo de poder experimentar y medir con las cobayas griegas la fortaleza y la resistencia de las víctimas de sus políticas justo antes de generalizarlas en toda Europa.

Por lo tanto no es una sorpresa si el paralelismo entre la Grecia actual y la España de 1936 es evidente y es tratado por muchos actores políticos y sociales en Europa. La resistencia del pueblo griego en 2012hace de muro de contención a la extensión brutal del capital contra el mundo del trabajo en Europa, exactamente como la resistencia de los pueblos del Estado español constituyeron un dique en 1936 a la extensión de la peste parda —y al estallido de la guerra— en toda Europa y en el mundo. Si el dique griego cede ahora, se inundará prácticamente toda la planicie europea…

El hecho de que haya cada vez más ciudadanos y ciudadanas de Europa, sindicatos obreros, formaciones políticas y movimientos sociales que perciben el drama griego como un emblema de una época histórica totalmente nueva del capitalismo neoliberal es una novedad absoluta con consecuencias muy importantes. En efecto, esto significa que está cambiando el viento en este continente a pesar de y en contra de la propaganda oficial, apoyada por los grandes medios de comunicación, que continúa pregonando (¡desde hace ya dos años!) que «la culpa es exclusivamente de los griegos». Pero significa sobre todo que desde ahora aumentan los sectores de las sociedades europeas, que con toda firmeza, están disponibles e incluso listos para conferir a sus sentimientos de solidaridad hacia el pueblo griego un sentido y un contenido nuevo: el que hace de la resistencia griega a la barbarie capitalista la vanguardia de un combate común universal, que les concierne directamente ya que es su propio combate contra las mismas políticas del mismo enemigo de clase.
La conclusión salta a los ojos: tenemos ahora los ingredientes para tratar de construir un movimiento de masas en Europa que sea al mismo tiempo de solidaridad con el pueblo griego y contra las políticas de austeridad practicadas bajo las directivas de la Unión Europea. Pero, nos preguntaríamos ¿de qué movimiento estamos hablando? ¿Cuál `podría ser su amplitud y su duración, sus estructuras y su radicalidad?

En principio, consideramos que ese movimiento podría y debería construirse sobre la base de las siguientes características fundamentales: ser europeo, o sea, extenderse a todo el continente; unitario; «generalista»; de masas; de largo aliento; y disponer de estructuras estables de base en nuestras sociedades (comités de base autogestionados y federados).

Expliquemos:

a) La exigencia de ser totalmente unitario se basa en el reconocimiento de que las políticas de austeridad actuales afectan a un amplio abanico de sectores sociales, amenazando, al menos a algunos de ellos, ¡a una verdadera extinción! En resumen, aunque haya una cierta exageración en la pretensión de nuestros buenos amigos estadounidenses de hablar en nombre del 99 % de la sociedad, lo concreto es que nunca habíamos visto tanta gente objetivamente y quizás incluso «subjetivamente» unida contra un mismo enemigo de clase no sólo común sino percibido como tal —cuestión muy importante—. Sobre esta «comunidad» de intereses se debería elaborar la naturaleza profundamente unitaria de este movimiento, evitando cualquier sectarismo ni «vanguardismo». El lema «toda la gente junta» debe dominar.

b) Es evidente que tal situación (casi inédita) favorece la creación de un movimiento de masas puesto que se trata de querer movilizar y reunir a todas las víctimas de esta verdadera «guerra social» del capital contra la inmensa mayoría de la ciudadanía. Y esto está acentuado por el hecho de que la ofensiva reaccionaria ya no es sólo «económica» sino que afecta las cuestiones sociales, políticas y también culturales y éticas. Por lo tanto, es global y plantea dilemas verdaderamente existenciales a la sociedad y a la ciudadanía.

c) Dado que estas políticas de austeridad afectan —si bien con diferente intensidad— a todas las poblaciones europeas, por consiguiente, y lógicamente, este movimiento puede y debe ser europeo —y debe organizarse como tal—, en caso contrario estaría condenado al fracaso.

d) Obligatoriamente debe ser de larga duración ya que se supone que debe confrontarse a una ofensiva de largo aliento del enemigo de clase global, que nos hace entrar en un nuevo período histórico. Esta larga duración está reforzada por la perspectiva —completamente real— de que la crisis griega se eterniza sin que pueda conducir, a corto plazo, a una salida favorable a uno u otro campo.

e) La consecuencia lógica es que el movimiento europeo de masas debe prepararse para una lucha prolongada, planificar sus actividades e invertir en un proyecto a largo plazo. Esto quiere decir que debe dotarse de estructuras que tengan una cierta continuidad y estabilidad, y que no sean efímeras.

f) Este movimiento debe ser también «generalista», es decir que no debe limitarse a una resistencia parcial (por ejemplo estrictamente económica) a una ofensiva reaccionaria «global», que es a la vez económica, social, cultural, patriarcal, ambiental e incluso «filosófica» y ética. Por lo tanto debe reunir bajo el mismo techo organizativo todas las resistencias, tratando de dotarlas —y eso no es tan fácil— de un denominador común con el fin de unificarlas en la lucha.

Una vez dicho esto, ahora se debe precisar el rol que deberá tener la solidaridad con el pueblo griego en un movimiento como este. En primer lugar, se debe señalar que la solidaridad con Grecia no es una pesada carga sino, más bien, un objetivo importante para la construcción y desarrollo de un movimiento de masas contra las políticas de austeridad. La resistencia del pueblo griego conmociona —como es lógico— a millones de europeos. Esta emoción facilita enormemente que la gente se de cuenta de que las desgracias de los griegos ilustran el destino que los poderosos del mundo le reservan a todos y todas. La `primera reacción visceral frente al drama griego del mundo del trabajo y de parte de la ciudadanía europea da paso a la conciencia de ser parte de este drama, más allá de las fronteras y los intereses llamados «nacionales», más allá y en contra de la propaganda oficial. Finalmente, se descubre la comunidad de intereses de los de abajo y el internacionalismo, cuestión de importancia capital en una época de crisis sistémica, tan catastrófica que resucita los «demonios» (nacionalistas, racistas y aun guerreros) de los años 30, en muchas facciones de la burguesía europea…

Sin embargo, se debe admitir que este sentimiento de solidaridad no es eterno, debe ser cultivado día a día para que sea suficientemente fuerte y extendido, y pueda «mantener» un movimiento de solidaridad de larga duración, incluso con comités de base en toda Europa. De esta manera, ¿las perspectivas del «laboratorio» griego son propicias para mantener el interés, la emoción y sobre todo el sentimiento de solidaridad activa que suscita el drama griego?
La respuesta a esta crucial cuestión es un sí categórico. Sí, pueden garantizar todo lo anterior por dos razones:
  • Porque todo indica que no hay una solución próxima para el drama griego ya que ninguno de sus dos protagonistas (ni los de arriba ni los de abajo) tiene los medios para aplastar al otro. Lo que nos conduce a la conclusión de que el actual equilibrio inestable podría perpetuarse, conduciendo ya sea a que la situación se enquiste, ya sea a explosiones cada vez más violentas pero sin futuro. De todas maneras, se puede estar seguro que la crisis griega vino para quedarse y dominará la actualidad europea (e internacional) por largo tiempo.
  • Porque la cólera de la inmensa mayoría de la población griega es tan profunda que la continuación de la historia estará entrelazada de acontecimientos y explosiones de todo orden aptas para mantener movilizada a la opinión pública europea favorable al combate del pueblo griego. Habrá, seguramente, «tiempos muertos» pero no serán capaces de bajar la tensión del movimiento de solidaridad, tanto más que podemos desde ya prever que se sucederán «acontecimientos» similares en otros países europeos.
Por otro lado, es la crisis griega y el combate del pueblo griego quienes ofrecen de forma natural la reivindicación y el lema central del movimiento europeo: rechazo y repudio de la deuda que no es la nuestra y rechazo total de las medidas y los planes de austeridad. Y todo bajo la cobertura totalmente ética de la noción fundamental de estado de necesidad del derecho internacional que impone que la satisfacción de las necesidades elementales de los seres humanos tenga prioridad absoluta frente a la satisfacción de los acreedores. En la actual situación de una polarización en aumento entre aquellos que propugnan la sumisión a la austeridad en nombre del reembolso de la deuda y aquellos que rechazan categóricamente ese chantaje, estas dos reivindicaciones/lemas serán suficientes al menos para lanzar este movimiento europeo. Máxime que cada uno (movimientos sociales, sindicatos, fuerzas políticas o simplemente individuos) sería libre, en el seno del movimiento, de defender y destacar su propio punto de vista sobre el contenido y la forma de las luchas a librar, a condición, por supuesto, de compartir y defender las dos reivindicaciones centrales antes mencionadas.

Evidentemente, la aceptación de este marco programático, un tanto `pobre, no está exenta de riesgos ni de peligros para el desarrollo del movimiento. No obstante, estos riesgos deben aceptarse y asumirse con plena conciencia puesto que lo que importa ahora es que haya la mayor unión de fuerzas posible, de todo tipo, por un rechazo claro y contundente de las políticas de austeridad de la reacción europea. Esta unión máxima viene impuesta por la necesidad urgentísima de que aparezca a nivel europeo una fuerza popular capaz de rivalizar con nuestro enemigo de clase común, tan bien rodado, organizado, experimentado, coordinado, sobre armado y sobre todo decidido a entablar una batalla contra el pueblo. En este momento el factor tiempo tiene un papel fundamental e ignorarlo es dejar la puerta abierta a la derrota. No podemos permitirnos el lujo de esperar que maduren las famosas «condiciones objetivas» ni las misteriosas «condiciones subjetivas» ya que el enemigo de clase no espera y está por lanzar una ofensiva frontal contra la que nos tenemos que defender, antes de que sea demasiado tarde. Es decir antes de que el movimiento popular sea aplastado y pierda toda capacidad de resistencia —¡quizás por décadas!—

He aquí entonces un primer esbozo de un proyecto que corresponde a la urgente necesidad de construir y desarrollar en Europa una respuesta de los de abajo a la guerra que está organizando la Santa Alianza de la UE, el FMI y el capital. El debate ha comenzado. Pasemos a la acción…