"Quien se pronuncia por el camino reformista en lugar de y en oposición a la conquista del poder político y a la revolución social no elige en realidad un camino más tranquilo, seguro y lento hacia el mismo objetivo, sino un objetivo diferente: en lugar de la implantación de una nueva sociedad, elige unas modificaciones insustanciales de la antigua." Rosa Luxemburgo

lunes, 25 de junio de 2012

¡Basta de pedir migajas!

Por Yves Julien

Hay que enfrentarse a la realidad: este sistema nos limita el imaginario. Pedimos (con razón) un mayor presupuesto para educación, sanidad, investigación, solidaridad, etc. También solemos pedir que se retire el último avance del capital, sea este el retraso de la edad de jubilación, la privatización de servicios públicos, como la sanidad o la educación, las reformas laborales, los recortes en educación, sanidad, investigación, subvenciones, etc. Pero siempre estamos a la defensiva, luchando contra una medida mientras se preparan diez más que limitarán todavía más nuestro bienestar… Tenemos que tomar consciencia que todas estas medidas se encuentran dentro del mismo marco, el capitalismo, y que dentro de éste, cada reivindicación victoriosa solo es temporal y se consigue a costa de las demás.

Por lo tanto, si lo que limita el horizonte es el capitalismo, pues la solución es clara: dinamitar este sistema. Descartando la solución violenta, ya que esta se enfrenta al estado donde está mejor preparado, nos queda la opción pacífica, más lenta pero más efectiva, a través de la movilización ciudadana. Pero para poder conseguir esta movilización, hace falta un horizonte emancipador, en oposición a matices deseables al sistema, pero que solo son parches que no lo ponen en peligro. Aquí comparto propuestas que me parecen responder (de manera no exhaustiva) a este propósito.

Una primera manera de dinamitar este sistema es repudiar la deuda. Con consecuencias inmediatas: nos libramos de la tutela invasiva de los acreedores, y sacamos recursos para cambiar la sociedad. Pero para librarnos verdaderamente de la tutela de las finanzas, también hace falta llevar a los responsables del sobreendeudamiento del estado ante la justicia. Para ello, la auditoría de la deuda es una herramienta perfecta, ya que permite sacar a la luz las circunstancias del endeudamiento. Además, la mayor parte de la deuda proviene de rebajas fiscales a grandes empresas y personas acaudaladas, y de tomar dinero prestado para pagar deudas antiguas e intereses en aumento. Todo ello a cambio de medidas que van degradando el nivel de vida de la población, por tanto no hay duda de que una auditoría concluirá a la calificación de la mayor parte de la deuda del estado como ilegítima u odiosa [1]. Nos dará argumentos jurídicos para repudiarla, con el beneficio adicional de poder llevar a la cárcel a las personas responsables del desastre actual.

Otra manera de dinamitar este sistema es la convocación de una asamblea constituyente. Nuestra constitución esta carcomida por la intrusión del capital en todos los niveles del estado. Y la mejor manera de tratar con un marco carcomido es cambiar el marco. Esta asamblea constituyente debe ser representativa de la población que vive en el estado, razón por la cual mi preferencia va al sorteo de la asamblea entre la población inscrita en el padrón, pero como todas las decisiones de este nuevo marco, se deberá tomar colectivamente, y no dejarlo solo en manos técnicas y especialistas. Un punto fundamental de esta nueva constitución debe ser la garantía efectiva de la igualdad. Y digo igualdad a secas, ya que cualquier palabra adicional solo limita su campo. Simplemente, significa que cualquier persona tiene exactamente los mismos derechos y deberes que otra persona, sea cual sea su origen, género, etnia, capacidad financiera, cargo de responsabilidad. Para ello, es necesaria una educación en la igualdad, que obviamente no puede conseguirse fuera de la educación pública y gratuita, alcanzando a toda la población de manera similar. Según la misma lógica, la sanidad también tiene que ser pública y gratuita, con la ventaja adicional de la cual se olvida el capitalismo, que es que te enfermas menos en una sociedad donde todo el mundo tiene acceso completo a la salud.

Para cambiar el sistema, también debemos cambiar nuestros valores. Y como entre esos valores, el sistema actual prioriza el trabajo, o mejor dicho la entrega voluntaria y obligatoria de su fuerza de trabajo, también tenemos que transformar el trabajo. Una manera de modificar en profundidad el trabajo es el salario universal [2]. Este salario consiste en una paga desvinculada completamente del trabajo efectuado, accesible a cada persona (en general a partir de cierta edad). Se podría comparar a una pensión de jubilación (pero permitiendo que la persona viva bien, no como las actuales), sin tener que vivir explotado durante las décadas anteriores. Esto permitiría a cualquier persona vivir, sea cual sea la manera que ella haya elegido para ocupar su tiempo. También permitiría la eclosión de la creatividad de las personas, a través de tareas elegidas por ellas mismas, que suelen ser mucho más emancipadoras que las horas dedicadas al trabajo forzoso en el sistema actual. Y, de paso, provocaría una reconsideración de nuestras necesidades reales, ya que pocas personas estarían dispuestas a ocupar su vida con actividades dañinas para su salud, por ejemplo. Este salario universal implica obviamente un salario máximo, considerando que una vez una persona tenga cubiertas sus necesidades vitales (agua, comida, techo, etc.), sus necesidades financieras reales son limitadas.

Para concluir, creo que el marco general de un nuevo sistema debe basarse en el decrecimiento. Un decrecimiento no visto como una austeridad triste, sino como un “socialismo goloso” [3], donde compartir las riquezas es la base de la felicidad. El crecimiento es el otro nombre del capitalismo, donde lo primordial es que crezca el dinero. Pero vivimos en un mundo finito, donde nuestra influencia sobre la naturaleza ya se ha hecho dañina para nuestra propia supervivencia. Entonces, debemos disminuir considerablemente nuestra depredación de la naturaleza, con vistas a mejorar nuestras interacciones sociales, las cuales no hacen más que menguar en este sistema. Es vital reexaminar tanto nuestro consumo o nuestra producción como nuestra manera de vivir. Y no solo a nivel individual, sino también a nivel colectivo y político. No nos queda otra opción que compartir las posibilidades de nuestro planeta con todos los seres vivos, y a ser posible, aprovechando la oportunidad para mejorar como personas y como sociedad.

Yves Julien
Miembro de la Plataforma Auditoria Ciudadana de la Deuda - País Valencià, PACD - PV

[2] Para más detalles sobre el salario universal, ver: L’enjeu des salaires, Bernard Friot, Ed. La Dispute, 2012.
[3] Para más detalles sobre el “socialismo goloso”, ver: Le socialismo gourmand, Paul Ariès, Ed. La Découverte, 2012.