"Quien se pronuncia por el camino reformista en lugar de y en oposición a la conquista del poder político y a la revolución social no elige en realidad un camino más tranquilo, seguro y lento hacia el mismo objetivo, sino un objetivo diferente: en lugar de la implantación de una nueva sociedad, elige unas modificaciones insustanciales de la antigua." Rosa Luxemburgo

domingo, 9 de diciembre de 2012

La remisión de las deudas en la Tierra de Canaán durante el primer milenio antes de Cristo

por Isabelle Ponet

La justicia social, sobre todo en la forma de la remisión de las deudas que subyugaban los pobres a los ricos, fueron un leitmotiv de la historia del antiguo Israel |1|.
Según el libro de Deuteronomio, los israelitas tienen la obligación de liberar cada siete años a sus esclavos hebreos, los que se habían vendido a ellos por deudas, y de abastecerles liberalmente de sus ovejas, de sus eras y de su lagar, para que no volvieran a casa con las manos vacías (cf. Dt. 15:14 y Ex. 21:12).
Como la ley casi ni se aplicaba, el Levítico |2| la reafirma con una adaptación: «Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores [...] y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia» (Lv. 25:10). Y para garantizar que en esta ocasión la ley fuera respetada, los códigos describen de forma detallada cómo habrá de realizarse la compra y venta de bienes entre particulares en función del número de años transcurridos desde el aniversario anterior (es decir del número de años que quedan antes de tener que devolver los bienes al propietario anterior).

Si añadimos a estos pasajes los innumerables versículos que prohíben prestar con intereses a sus semejantes y de empeñar bienes, nos podemos hacer una idea de cómo los israelitas de la tierra de Canaán intentaban mantener un cierto equilibrio social.

Desde el 2000, las búsquedas arqueológicas en Oriente Medio, la historia de los escritos egipcios y asirio-babilónicos, al igual que el análisis de los anacronismos del texto bíblico, han aportado numerosas revelaciones que transforman de forma decisiva nuestra imagen de los orígenes del pueblo hebreo |3|.

Ni los múltiples y detallados archivos de los imperios de Oriente Medio, ni los vestigios materiales, corroboran que los hebreos se instalaran y volvieran a dejar la tierra egipcia en el siglo XIII antes de Cristo. Los relatos que reconstruyen esta odisea, fueron de hecho redactados por encargo del rey Josías y de la gran reforma deuteronómica que inició en el siglo VII a. C. En el 721, los asirios invadieron el norte del Reino de Israel y tomaron como rehenes a príncipes y sacerdotes. Josías, que en aquel entonces reinaba sobre el Reino del Sur, soñaba con poder unificar por fin ambos territorios y a ambas poblaciones, que profesaban una religión similar. Para conseguirlo, hizo que los escribas redactaran, basándose en héroes conocidos, el relato de las hazañas de David y Salomón, quienes se supone que gobernaban solemnemente un único país, adorando a un único Dios, en un único templo. Josías también hizo que se añadiera como preludio la historia de Abraham y de sus hijos, y de otros personajes de su pueblo en la tierra de Egipto.

En realidad, los archivos egipcios, que relatan en detalle todos los incidentes fronterizos, no dejan constancia de la llegada y después del éxodo masivo de los hebreos a mitad o a finales del segundo milenio a. C. Sin embargo, la epopeya bíblica se basa en el recuerdo latente en Canaán de la invasión del delta egipcio por parte de los hicsos, y de su violenta expulsión en el segundo milenio. Además, el relato del éxodo refleja claramente las convulsas relaciones entre Josías y el imperio egipcio del siglo VII a. C.

En cuanto a Jerusalén, en tiempos de David y de Salomón (1.000 años a. C.), este era de un pueblo diminuto, sin desarrollo económico ni intelectual, incapaz de dotarse de un ejército, de construir un templo y de redactar textos religiosos. David y Salomón a lo sumo eran jefes de clanes montañeses. Sin embargo, hacia el 640, el Reino de Judá y su capital logran desarrollarse aprovechando el declive del Reino del Norte y el posterior debilitamiento de los asirios.

Los profetas como abogados de la remisión de las deudas

El joven rey Josías decidió insuflar ánimo a su pueblo mediante el relato de sus esplendorosos orígenes, pero también intentó brindarle una armadura moral y espiritual sólida. Por esto, los textos del Deuteronomio que encargó están marcados de principio a fin por el espíritu de los profetas que, arriesgando su vida, hacían frente a los poderosos para exigir justicia social, respeto para los pobres y los débiles, el rechazo de conceder préstamos con intereses y la remisión de la deuda que esclavizaba a una gran parte del pueblo llano expoliándole sus tierras |4|. El desarrollo económico que vivía en ese momento el Reino del Sur venía acompañado por un gran cambio social y una gran precariedad. Los lazos entre los campesinos y sus tierras, las antiguas familias y sus territorios se habían roto. Desde el 740 a. C., el profeta Isaías repudiaba: «Ay de los que juntan casa a casa, y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo! ¿Habitaréis vosotros solos en medio de la tierra?» (Is. 5:8). De ahí la exigencia del Deuteronomio de liberar regularmente a los esclavos hebreos para que estos pudieran recuperar sus tierras y su ganado.

El sueño de Josías se desmorona al ser asesinado por los egipcios en el 609. La situación social y política seguiría degradándose en los años posteriores, a pesar de las intervenciones de las nuevas generaciones de profetas como las de Jeremías y Ezequiel: «¡Basta ya, oh príncipes de Israel! Dejad la violencia y la rapiña. Haced juicio y justicia; quitad vuestras imposiciones de sobre mi pueblo, dice Jehová el Señor. Balanzas justas, efa justo, y bato justo tendréis» (Ez. 45: 9-10).

Un pasaje de Jeremías ilustra de otro modo el alcance de la ley sobre la remisión de las deudas. Ante el avance de los ejércitos enemigos hacia Jerusalén, en el 587 a. C., Jeremías defiende, en nombre de Dios, la misión del rey Sedecías (soberano por aquel entonces del Reino de Judá) que exige a los poderosos de su reino que liberen de forma inmediata a todos los siervos por motivos de deuda (Jr. 34: 8-17). Jeremías recuerda con vehemencia la antigua exigencia de dejar en libertad a los esclavos... que de hecho, el rey necesita para reunificar patrióticamente las clases sociales antes de la batalla y para dotarse de suficientes tropas libres de cualquier obligación servil. Este texto, redactado un siglo después, tras el exilio, más que manifestar la posición  profética destaca la creciente influencia de las tradiciones asirio-babilónicas de la remisión de las deudas por parte del monarca sobre la cultura judaica. De hecho, en el 587, Nabudoconosor se hace con el Reino de Judá y lleva cautivas a Babilonia a las élites dirigentes. Ciro, en el 538, les autoriza a volver a su país. En el 445, uno de los sucesores, Artajerjes, ordena a su copero Nehemías que organice la reconstrucción del templo de Jerusalén. Nehemías participa activamente en la reforma política y espiritual llevada a cabo en la capital siguiendo la línea instaurada por Josías: compromiso con el  templo, pero a la vez exige con vehemencia justicia social.

Existe un incidente que demuestra que Nehemías conocía la antigua tradición de la remisión de las deudas practicada en Mesopotamia entre los años 2.500 y 1.500 antes de nuestra era |5|. La situación social con la que se encontró en Judea era deplorable: «Entonces hubo gran clamor del pueblo y de sus mujeres contra sus hermanos judíos. Había quien decía: Nosotros, nuestros hijos y nuestras hijas, somos muchos; por tanto, hemos pedido prestado grano para comer y vivir». Y había quienes decían: «Hemos empeñado nuestras tierras, nuestras viñas y nuestras casas, para comprar grano, a causa del hambre». Y otros decían: «Hemos tomado prestado dinero para el tributo del rey sobre nuestras tierras y viñas. Ahora bien, nuestra carne es como la carne de nuestros hermanos, nuestros hijos como sus hijos; y he aquí que nosotros dimos nuestros hijos y nuestras hijas a servidumbre, y algunas de nuestras hijas lo están ya, y no tenemos posibilidad de rescatarlas, porque nuestras tierras y nuestras viñas son de otros» (Ne. 5:1-5).

Para hacer frente a crisis sociales tan acuciantes, en las que los grandes propietarios acaparaban de tal manera las tierras y la mano de obra campesina que comprometían la estabilidad del orden social, los jefes de los estados mesopotámicos de la Edad de Bronce habían instaurado a partir de 2.500 a. C. la remisión periódica de las deudas y la liberación de esclavos por deuda. Esta tradición desapareció de Mesopotamia tras el 1.500 a. C., pero fueron muchos los rastros escritos que perduraron en la Babilonia del s. VI a. C. en la época del cautiverio de los judíos en esta ciudad |6|.

Nehemías utilizaría el mismo medio para lograr la cohesión en el reino de Judá, que era una mezcla de distinguidas personalidades que volvieron tras el exilio y del pueblo llano que había permanecido allí. Convencido de que el país se degradaría militar, económica y espiritualmente si sus gobernantes no garantizaban la justicia social, Nehemías incluyó la ley de la remisión de deudas en un marco religioso, la Alianza con Jehová. Desde entonces es el propio Dios quien exige la remisión de las deudas y la puesta en libertad de los esclavos y de sus tierras ya que esta sólo pertenece a Dios.
«Y me enojé en gran manera cuando oí su clamor […] reprendí a los nobles y a los oficiales […] Os ruego que les devolváis hoy sus tierras, sus viñas, sus olivares y sus casas, y la centésima parte del dinero, del grano, del vino y del aceite, que demandáis de ellos como interés […] Así sacuda Dios de su casa y de su trabajo a todo hombre que no cumpliere esto, y así sea sacudido y vacío» (Ne. 5: 6-13).

De este modo, Nehemías tomó partido decididamente por los derechos de los campesinos sin tierra enfrentándose a una clase que había acaparado el poder gracias a su influencia económica. Sin embargo, el interés de este pasaje reside en que manifiesta claramente la revuelta popular contra la arrogante violencia de los ricos, y la exigencia por parte de los campesinos de poner a su servicio la antigua ley israelita de la remisión de deudas |7|.
¿Pero de dónde proviene la ley de liberación de los siervos por deuda y de devolverlos a su tierra, su clan, sus casas y su ganado? Antes de responder a esta pregunta, hay que resolver otro interrogante.

¿Cuál es el origen de los israelitas?

A diferencia de lo que se suele representar, los israelitas no invadieron Canaán tras haber pasado 40 años en el desierto del Sinaí (lugar en el que nunca se han encontrado huellas de su paso).
Conforme a lo que hoy en día sabemos, los israelitas fueron beduinos, pastores nómadas cananeos que solían seguir a sus rebaños hasta las proximidades de las ciudades-estado de Canaán. Cambiaban su ganado por cereales.

Cuando lo largo de los s. XIII y XII a. C., las ciudades se iban desmembrando por distintas razones, estos pastores nómadas se convirtieron en parte sedentarios en las Altas Tierras, desde Samaria hasta Jerusalén, para cultivar ellos mismos los alimentos básicos que no conseguían en la ciudad. Los pueblos, de los que se han encontrado vestigios, aún se conciben como campamentos de pastores. Se desarrollarían con mayor rapidez en el norte (Reino de Israel), donde las plantaciones de olivo y las viñas dan abundantes frutos y les permitirían acceder fácilmente al comercio internacional. Judá, por el contrario, situada en el sur, mucho más árida y alejada de las grandes vías de comunicación, se estancaría. Sin embargo, ambos reinos parecen compartir leyendas de héroes comunes, una lengua y un alfabeto similar, al igual que una religión común, cuya característica material más distintiva es la prohibición del cerdo. Allí no se ha encontrado ningún rastro del consumo o la cría de cerdos, a diferencia del resto de tribus cananeas. Tampoco queda rastro ninguno de altares o santuarios.

Estas numerosas comunidades (de hasta 250 personas) vivían de forma muy simple. No se han descubierto productos de lujo o joyas en las tumbas o casas. Estas últimas tenían todas más o menos el mismo tamaño, «lo que prueba un reparto bastante igualitario de la riqueza entre las familias». |8|
A partir del siglo XII, los israelitas de las Tierras Altas establecieron medidas que impidieron que los propietarios más afortunados en el reparto de tierras, capital o fuerzas humanas, pudieran acaparar los primeros excedentes de producción. Así, se establecen poco a poco reglas que, periódicamente, «ponen sus contadores a cero» para mantener un equilibrio de las comunidades sin dignatarios, para evitar que unos tengan que endeudarse con otros.

De este modo, los profetas (como se ve primero en el Deuteronomio y luego en el Levítico) también se apoyan en el recuerdo perenne de las primeras comunidades aldeanas para formular sus exigencias de liberación periódica de los siervos. Sin embargo, la situación ha cambiado. En el siglo VI a. C., hace ya tiempo que los excedentes fueron acaparados por los príncipes y nobles. Desde entonces y a lo largo del tiempo, la ley versará cada vez más sobre las relaciones interpersonales cuando no sirva única y exclusivamente a los intereses de los gobernantes. Ha perdido por lo tanto su fuerza de interpelación política. Al final del primer siglo, sólo tendrá en la mayoría de los casos un significado espiritual: la remisión de los pecados.
Además, el Levítico es muy claro al respecto: la ley sólo atañe a los siervos hebreos, de la misma religión que el amo. Estos no deben liberar esclavos conseguidos (por conquistas) en el extranjero. Únicamente los textos más tardíos del libro de Isaías abrirán perspectivas más universales (Is. 61: 1-2).

Para resumir, la ley de remisión de las deudas y la liberación de la servidumbre por deudas en los israelitas de Canaán adquiere matices muy diferentes según la época. Y sobre todo, según sea utilizada por los príncipes para gestionar la situación política o reclamada por los profetas y las poblaciones oprimidas.
Sea como fuere, la remisión de deudas y la liberación de esclavos por deudas se erradicó por completo en las culturas de Oriente Próximo en el siglo I de nuestra era, incluido en Judea. La situación social se degradó tanto, que el rabino Hilel |9| estableció un decreto según el cual los deudores debían en adelante firmar que renunciaban al disfrute de su derecho a la remisión de las deudas. |10|

La remisión de las deudas en el Nuevo Testamento

¿Qué pasa con la remisión de las deudas en el Nuevo Testamento, entre los siglos I y III d. C.?
Los Hechos de los Apóstoles, que pretenden reflejar la vida de los primeros cristianos, muestran una imagen idílica: «Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos; ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían» (Hechos 4: 32-34).
La segunda carta de Pablo a los corintios muestra lo mismo: «No se trata de que ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la abundancia, sino de que haya igualdad. En el caso presente, la abundancia de ustedes suple la necesidad de ellos, para que un día, la abundancia de ellos supla la necesidad de ustedes» (2 Cor. 8: 13-14).

Este «comunitarismo» no buscaba cambiar el sistema social de la época, el Imperio romano. Simplemente protegía a la comunidad de sus peores excesos. Como ejemplo, he aquí la postura de Pablo en relación con las autoridades y los amos: «Todos deben someterse a las autoridades constituidas, porque no hay autoridad que no provenga de Dios... En consecuencia, el que resiste a la autoridad se opone al orden establecido por Dios» (Carta a los romanos 13: 1-2). «Esclavos, obedezcan a sus patrones con temor y respeto, sin ninguna clase de doblez, como si sirvieran a Cristo» (Carta a los efesios 6: 5) .

A su vez, la posición de Jesús sobre la remisión de las deudas, bajo los conceptos que ya se han citado varias veces (y especialmente en el evangelio de Lucas capítulo 4), aparece marcada por un aire profético revolucionario. Lucas sitúa el pasaje al comienzo de la vida pública de Jesús y realiza una guía de lectura de todo lo que acontecerá. Jesús, según Lucas, acude a una sinagoga un día de sabbat y elige leer el pasaje de Isaías 61 mencionado anteriormente más arriba. No lo cita palabra a palabra, e insiste más en el aspecto concreto, y no espiritual, del trabajo de liberación que él realiza en ese momento. Como Isaías, le otorga un significado claramente universal.

Recordemos que el año de gracia del Señor (año de jubileo) al que él instaba exigía a la vez reposo de la tierra, remisión de las deudas y liberación de los esclavos. «Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. (…) Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”» (Lucas 4: 16-21).

En pleno Imperio romano esclavista, que rechazaba ferozmente el concepto de remisión de las deudas, las palabras de Jesús sólo podían ser vistas como una declaración de guerra al sistema judeo-romano en vigor. No extraña entonces que algunos versículos más adelante, Lucas ya cite un primer intento para darle muerte. Antes de que se le arrestara, Jesús tendrá aún tiempo de realizar un gesto material muy simbólico: volcar las mesas de quienes cambiaban divisas en el templo de Jerusalén. Ni los grandes sacerdotes judíos, ni las autoridades romanas pudieron permitirlo.

Notas

|1| Canaán es un territorio antiguo que ocupaba la actual Palestina/Israel y donde se mezclaban numerosas poblaciones, entre ellas los israelitas. Los israelitas se agrupaban en dos naciones: el Reino de Israel en el Norte, con capital en Samaria, y el Reino de Judá en el Sur, con capital en Jerusalén. Sin embargo, también se utilizan los términos «Israel» e «israelita» para hablar del conjunto de los dos pueblos, al igual que el término «hebreos».
|2| El Deuteronomio, el Levítico y el Éxodo forman parte de los cinco primeros libros del Antiguo Testamento, junto con el Génesis y Números. Todos juntos constituyen la Torá (ley religiosa judía) o, para los cristianos, Pentateuco. No se redactaron cronológicamente según el orden en el que los conocemos actualmente.
|3| Israël Finkelstein y Neil Asher Silberman cuentan y explotan minuciosamente estos descubrimientos en el más que recomendable libro : La Biblia desenterrada: una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de los orígenes de sus textos sagrados. Siglo XXI, 2012.
|4| Parece que los primeros profetas también ejercieron su ministerio en el reino del Norte donde la opulencia y la injusticia social se instalaron mucho antes. Con la caída de Samaria, se refugiaron en el Sur y contribuyeron al trabajo de Josías.
|5| Véase : Toussaint, E. La amplia tradición de anulación de deudas en Mesopotamia y en Egipto del 3º al 1º milenio antes de J.C., publicado el 24 de agosto de 2012. http://cadtm.org/La-amplia-tradicio...
|6| Véase : Hudson, M. The Lost Tradition of Biblical Debt Cancellations, 1993. http://michael-hudson.com/wp-conten...
|7| Recordemos que la ley de liberación de los esclavos forma parte también del Levítico, que a su vez es el libro más «ritualista» de todo el Antiguo Testamento. Este libro no duda en dispensar de esta misma ley a los sacerdotes levitas para confirmarles definitivamente sus posesiones (Lv. 25 : 32-34). De hecho, las leyes del Levítico pretenden ante todo mantener la estabilidad social. Únicamente la resistencia de la población, a quien se le repetían sus derechos periódicamente y con énfasis en la liturgia en el templo, puede poner la ley al servicio prioritario de aquellos a los que los poderosos espoliaban de diferentes manera. Esto es lo que ocurre en este pasaje de Nehemías.
|8| Finkelstein, I. y Silberman, N.A. La Biblia desenterrada: una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de los orígenes de sus textos sagrados, op. cit. p. 132. Ver también p. 134.
|9| Hilel era un intérprete con renombre de la Torá (ley religiosa judía) que vivió en el siglo I d. C. en Babilonia y luego en Jerusalén. Desempeñó un papel político, ya que fue durante unos veinte años presidente del Sanedrín (gobierno-parlamento judío).
|10| Cf. Hudson, M. The Lost Tradition of Biblical Debt Cancellations, op. cit., p. 39.


El CADTM publica una serie de artículos sobre las anulaciones de la deuda, las luchas para conseguirlo, el lugar de la deuda en los conflictos políticos, sociales y geoestratégicos a lo largo de la historia. Para poder realizarlos, el CADTM ha contado con la ayuda de numerosos autores diferentes. El primer artículo de la serie es: Toussaint, E. La amplia tradición de anulación de deudas en Mesopotamia y en Egipto del 3º al 1º milenio antes de J.C., publicado el 24 de agosto de 2012. http://cadtm.org/La-amplia-tradicio...

Isabelle Ponet es licenciada en estudios religiosos, militante en favor de la defensa de los derechos de los sin papeles, y autora de Un Tiers Monde à domicile. Mondialisation, migrations, expulsions et travail clandestin, cahier POS nr10, FLL Bruxelles 2000, obra que establece el vínculo entre la opresión actual de las poblaciones del Sur, especialmente a través del mecanismo de la deuda, y la explotación de los trabajadores clandestinos del Norte.

Traducción desde el francés: Sara Gilgado, Alejandra Uribe, Alejandro González Amador

Fuente: http://cadtm.org/La-remision-de-las-deudas-en-la