por la Comisión de género de la Plataforma Auditoria Ciudadana de la Deuda, PACD
Publicado en el Setmanari Directa nº 308 el 6 de marzo de 2013
Convendría recordar que la situación de crisis que vivimos no sólo es
económica y financiera, también es social, ecológica, alimentaria, de
cuidados y de género. Por lo tanto convendría que tengamos muy presente
que la situación actual es producto de un modelo económico que precariza
la vida y que, en último término, como lo señala Amaia Pérez Orozco
desde el ámbito de la economía ecofeminista, atenta contra la vida: «en
un contexto en el que hay medios más que suficientes para garantizar
unas condiciones de vida dignas, las vidas están continuamente
amenazadas» (De vidas vivibles y producción imposible, 2012). De todas las crisis, los media
sólo reflejan la crisis de la deuda, convirtiéndose ésta en un concepto
cotidiano. Sin embargo, este concepto engloba una gran variedad de
situaciones. Y también preceptos morales, como el casi obligatorio: una
deuda siempre se debe saldar. Aunque no siempre sea así.
La más conocida es la deuda financiera, o sea, la deuda monetaria contraída con un banco por una familia, una empresa o un Estado. No obstante, existen otras deudas: la ecológica, la histórica, la de género. Al enarbolarlas, simbólicamente, visibilizan el hecho de que el capitalismo se desarrolla mediante el expolio y la explotación por parte de una minoría de la riqueza generada por la mayoría. Estas otras deudas no se pueden cuantificar y quizás no se podrán devolver jamás. Y a pesar de que son muy superiores a la deuda financiera, ni salen en los diarios ni se habla de ellas. Todavía son invisibles. Ante esta invisibilidad, hay muchas personas que luchan para que se tengan en cuenta, para que se reconozcan.
La más conocida es la deuda financiera, o sea, la deuda monetaria contraída con un banco por una familia, una empresa o un Estado. No obstante, existen otras deudas: la ecológica, la histórica, la de género. Al enarbolarlas, simbólicamente, visibilizan el hecho de que el capitalismo se desarrolla mediante el expolio y la explotación por parte de una minoría de la riqueza generada por la mayoría. Estas otras deudas no se pueden cuantificar y quizás no se podrán devolver jamás. Y a pesar de que son muy superiores a la deuda financiera, ni salen en los diarios ni se habla de ellas. Todavía son invisibles. Ante esta invisibilidad, hay muchas personas que luchan para que se tengan en cuenta, para que se reconozcan.
Una de estas deudas invisibles es la
deuda de género, que es la que tiene la sociedad con las mujeres. Porque
las mujeres son acreedoras, en particular, respecto al Estado y a las
empresas, ya que son las que realizan el trabajo de cuidados que permite
la reproducción de los trabajadores y trabajadoras. Aunque muchas
mujeres tengan una doble jornada laboral, solamente se les reconoce una,
la otra ni está socialmente reconocida ni es remunerada. Mientras
vivamos en un patriarcado capitalista, la deuda con las mujeres no será
reconocida ni, evidentemente, restituida.
Le llaman deuda pero es patriarcado capitalista
A diferencia de lo que a menudo nos
intentan hacer creer, la deuda que ahoga a los países de la periferia
europea no responde a una elevada deuda pública, sino a la deuda
privada. Sin embargo, durante los últimos años el rescate bancario
produjo un aumento de la deuda pública, que llevó a la imposición de
políticas antisociales que ahogaron la economía e hicieron disminuir los
ingresos públicos. Por lo tanto, el aumento de la deuda pública es una
consecuencia de la crisis y no su causa. El marco de todo esto es un
modelo con mucho tiempo de funcionamiento, basado en la obtención del
máximo beneficio. Su falsa premisa es el crecimiento ilimitado que
ignora, de forma sistemática, las consecuencias que puede tener sobre la
sostenibilidad y la vida.
En todas las sociedades, incluidas las
más avanzadas con respecto a la igualdad de oportunidades entre mujeres y
hombres, siempre las mujeres son la garantía del trabajo de cuidados y
de reproducción, en un contexto de invisibilización y de desvalorización
de su trabajo. Pero al capital le interesa mantener este statu quo para la división sexual del trabajo: la expropiación del trabajo y el tiempo de las mujeres maximiza su beneficio.
También la expropiación del cuerpo de
las mujeres y su cosificación maximiza el beneficio de los que detentan
el poder económico. La prostitución, la pornografía, el abuso de la
cirugía estética, la utilización de la mujer como reclamo publicitario, y
lo más grave, el tráfico de mujeres y niñas para su explotación sexual,
son un claro ejemplo. En forma similar, el sistema patriarcal
capitalista promueve el control del cuerpo de las mujeres con respecto a
sus derechos sexuales y reproductivos. Con la excusa de defender la
vida, se maquilla su verdadera intención que no es otra que la de
obtener la sumisión de las mujeres, para garantizar la perpetuación de
una mano de obra barata y consumista. No debemos olvidar que si no
ejercemos el poder de decisión sobre nuestro propio cuerpo, ningún otro
poder de decisión será posible.
Por otra parte, la desvalorización del
trabajo reproductivo se refleja directamente en el mundo productivo. La
lógica del crecimiento ilimitado, cara al capitalismo patriarcal,
permitió en un momento determinado de necesidad la incorporación de las
mujeres al mercado laboral, utilizándolas como mano de obra más barata y
como pretexto para flexibilizar y precarizar aún más las condiciones
laborales. La incorporación de las mujeres al mercado laboral no se
tradujo en una menor dedicación al trabajo reproductivo.
La política de recortes del gasto
público social ligada a un aumento de la demanda de cuidados
(envejecimiento de la población, menores dependientes, trabajo
doméstico…), la menor disponibilidad de mujeres debido a sus trabajos
remunerados y al deseo de emancipación de muchas de ellas, junto a la
falta de implicación de la gran mayoría de los hombres en las tareas de
cuidados, entre otros factores, sacan a la luz del día la crisis de
cuidados que se vive en Europa. Crisis en parte paliada por la
contratación, en condiciones laborales más que precarias, de millones de
mujeres extranjeras que dejaron sus países de origen, ya arruinados por
las mismas políticas de ajustes estructurales, para trabajar en el
cuidados de las familias europeas, dejando el cuidado de su propia
familia en manos de otras mujeres. Como afirma Sandra Ezquerra: «La
cadena transnacional de cuidados ha garantizado durante años la
pervivencia del capitalismo patriarcal mientras que ha invisibilizado su
naturaleza excluyente.» (Investigaciones feministas, vol. 2, 2011, pp. 175-194)
La crisis antes de la crisis
Por todo lo dicho, es necesario destacar
que las mujeres ya estaban en crisis antes de la crisis. El reparto
desigual del trabajo remunerado y del trabajo de cuidados tiene como
consecuencia una menor tasa de actividad y de ocupación femenina. Antes
de la crisis, las cifras del paro femenino duplicaban en muchas zonas
las cifras del paro masculino.
Además, las mujeres reciben salarios más
bajos y sufren una mayor precariedad laboral (temporalidad, contratos
de tiempo parcial, acoso, subocupación, etc.). También tienen más
dificultad en el acceso y la promoción en el mercado laboral,
especialmente las mujeres jóvenes, cuestionadas en su papel productivo
al encontrase en edad reproductiva, como señala Bibiana Medialdea (Ser joven no da los mismo, 2012).
Este panorama de crisis de género ha
empeorado por los recortes y las políticas de empobrecimiento
implantadas para poder hacer frente al rescate del quebrado sistema
bancario. La desigualdad de género aumenta en una situación en la que,
bajo el paraguas de la reforma constitucional, se prioriza el pago de la
deuda por delante de la protección de los derechos y servicios
sociales.
Pagar la deuda o cómo aumentar rápidamente la desigualdad de género
Las mujeres estaban en crisis antes de
la crisis pero también sabemos que la crisis de la deuda ha servido para
fortalecer el modelo patriarcal. La prioridad en el pago de los
intereses de la deuda se decide, claramente, en detrimento de los gastos
sociales. Además los recortes se concentran en sectores profesionales
feminizados como la sanidad (-22%), la educación (-17 %), la igualdad
(-42 %) y el bienestar social. En estos sectores, los recortes en dinero
y los despidos afectan más a las mujeres, ya que son mayoría en el
ámbito social. Este proceso de eliminación de servicios sociales
sobrecarga a las mujeres con más trabajo de cuidados y reproducción.
El incumplimiento de la ley de
dependencia junto a la reducción de ingresos familiares implica una
reducción en la externalización del servicio de cuidados puesto que cada
vez más mujeres asumen el de su propia familia. Al mismo tiempo, se
aumenta el número de mujeres cuidadoras que dejan de recibir la
prestación por ser responsables del cuidado de una persona dependiente.
Unas medidas fiscales como la
congelación del salario mínimo, la reforma del IRPF, el aumento del IVA,
el aplazamiento en la mejora de la pensión de viudedad y del permiso de
paternidad, la congelación de las pensiones no contributivas dejan a
las mujeres en una situación de mayor vulnerabilidad. Todas estas
medidas afectan más a las que tienen menos y a las que se encargan
principalmente del trabajo reproductivo no remunerado.
Las reformas laborales acaban de golpe
con los avances producidos en los últimos años dentro de las políticas
de igualdad de oportunidades en el trabajo. El aumento de la
flexibilidad en los despidos, la posibilidad de negociación particular
de las condiciones laborales y el retroceso en la regulación de las
tareas domésticas son medidas, entre otras muchas, que no sólo limitan
la capacidad de las mujeres para denunciar situaciones de desigualdad,
sino que constituyen el caldo de cultivo de estas situaciones, en un
contexto en el que el número de personas desempleadas llega ya a los
seis millones.
Desde que comenzamos a escuchar la
palabra deuda asistimos a una serie de decisiones que ratifican lo que
se ha mencionado aquí: eliminación del ministerio de Igualdad, recortes
en los presupuestos de igualdad (-42 %), recortes en las partidas
destinadas a la atención integral de la violencia de género (-28 5). En
todo el territorio del Estado español se produjo el despido de los
Agentes para la Igualdad de Oportunidades, principalmente mujeres, la
desaparición de los programas de igualdad de oportunidades en el
trabajo, la eliminación de los servicios de atención y de ayuda a las
mujeres víctimas de la violencia machista (casas de acogida, centros de
emergencia, servicios municipales de información, etc.) y al
incumplimiento de facto de la ley por la Igualdad efectiva de
mujeres y hombres y la ley de Medidas de Protección Integral contra la
Violencia de Género.
Con todo ello, se quiere transmitir a la
población que se trata de políticas superfluas, que únicamente se
pueden permitir en tiempos de bonanza económica. Sin embargo, estas
políticas son más necesarias que nunca. O sea, que estamos asistiendo al
desmantelamiento de los servicios y programas que sólo ponían un
granito de arena en la lucha por la no vulneración de los derechos
básicos, dado que los presupuestos de estos programas eran irrisorios.
Y no puede ser de otro modo puesto que
el sistema capitalista lo necesita para continuar obteniendo beneficios y
salir reforzado de la crisis. Se trata de profundizar en la ideología
patriarcal y de volver al modelo único de familia: el nuclear que
asegura la función de las mujeres como principales garantes del trabajo
reproductivo, y además, de todo lo que el Estado deja de asumir en pro
del pago de la deuda.
Por lo tanto, las políticas de austeridad no son neutrales con respecto al género.
¿Cómo salir del mal camino?
La Comisión de Derecho Internacional de
las Naciones Unidas califica de inadmisible que «un Estado abandone los
servicios públicos de manera que deje a su población en el caos y la
anarquía simplemente para poder disponer del dinero para reembolsar a
sus acreedores». En consecuencia, no sólo son ilegítimas las deudas
contraídas para hacer frente al rescate del sistema bancario, sino que
también son ilegítimos los pagos de la deuda que impliquen la
vulneración de los derechos económicos, sociales y culturales de la
población. Como ya hemos visto, para hacer frente al pago de una deuda
que no es nuestra (la deuda privada) se está generando una deuda mayor
con las mujeres, con las generaciones futuras, con las personas
migrantes, con los mayores y con el medio ambiente.
La anulación de las deudas ilegítimas e
impagables es una medida prioritaria pero no suficiente. La forma en la
que se ha gestionado la crisis muestra que el patriarcado se mantiene
como el fundamento de este capitalismo antisocial. Si no se producen
cambios más profundos, el sistema continuará subsistiendo y
reproduciendo unas dinámicas patriarcales. Por consiguiente es necesario
un cambio de dirección desde la lógica del capital hacia la lógica de
la vida. Y para eso hay que proclamar de manera contundente y constante
que el conflicto no es exclusivamente entre el capital y el trabajo,
sino también entre el capital y la sostenibilidad de la vida.
Es urgente encaminarnos sin vacilaciones
hacia otro modelo económico que se base en que todas las personas gocen
del pleno ejercicio de sus derechos, independientemente de su sexo de
origen, y que tenga en cuenta la protección necesaria del ambiente. En
este nuevo orden, adquiere una especial relevancia el reparto equitativo
de todos los trabajos: remunerados o no remunerados.
Tenemos experiencias que provienen de la
economía social y solidaria que demuestran que otro modelo económico es
posible y necesario. Este es el camino que debemos seguir, sin perder
de vista en ningún momento, con respecto al género, que ninguna medida
que se ponga en marcha será neutra mientras exista la división sexual
del trabajo, arraigada fuertemente en la valoración diferente de los
trabajos productivos y reproductivos.
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El deute de gènere
L’expropiació del treball i el cos de les dones
Comissió de gènere de la PACD. Publicat al Setmanari Directa nº 308 el 6 de març de 2013
Convé recordar que la situació de crisi
que vivim no és únicament econòmica i financera, sinó també social,
ecològica, alimentària, de cures i de gènere. Alhora, convé tenir molt
present que aquesta situació és el resultat d’un model econòmic que
precaritza la vida i que, en darrer terme, com assenyala Amaia Pérez
Orozco des de l’àmbit de l’economia ecofeminista, atemptat contra la
mateixa vida: “en un context en què hi ha mitjans més que suficients per
garantir condicions de vida dignes, les vides estan sota amenaça
permanet” (De vides visibles i producció invisible, 2012). De
totes les crisis, els mitjans de comunicació de masses reflecteixen
només la crisi del deute. I, per bé que el deute s’ha convertit en un
concepte quotidià, el mateix concepte recull una gran varietat de
situacions. Sota el concepte de deute s’amaguen preceptes morals, el més clar dels quals és el de “un deute sempre es paga”, tot i que no sempre és així.
El deute financer, el més conegut, és un
deute monetari amb un banc que pot tenir contret una família, l’Estat o
una empresa. Però existeixen altres deutes: el deute ecològic, el deute
històric o el deute de gènere. Deutes que, d’una manera simbòlica,
s’alcen per fer visible que el capitalisme s’ha desenvolupat basant-se
en l’espoli i l’explotació per part d’una minoria de la riquesa generada
per la majoria. Són deutes incalculables que probablement mai podran
ser retornats. Tot i ser clarament superiors quantitativament que el
deute financer, no surten als diaris ni se’n parla. Són deutes encara
invisibles. Davant d’aquesta invisibilitat, moltes persones lluiten
perquè es tinguin en compte, perquè es reconeguin.
El deute de gènere, és a dir, el deute
que la societat té amb les dones, és també un deute invisible. Les dones
són creditores, especialment respecte l’Estat i les empreses, perquè
són les que realitzen el treball de cures que permet que els
treballadors i les treballadores es reprodueixin. Si bé moltes dones
tenen una doble jornada laboral, una d’aquestes dues jornades no està
socialment reconeguda ni és remunerada. I, de fet, mentre visquem en un
patriarcat capitalista, el deute amb les dones no serà reconegut ni
serà, evidentment, restituït.
Li diuen deute però és patriarcat capitalista
A diferència del que sovint ens intenten
fer creure, l’elevat deute que ofega als països de la perifèria europea
no és la causa de l’elevat deute públic, sinó del deute privat. Els
darrers anys, però, el rescat bancari ha augmentat el deute públic, i
les polítiques antisocials imposades han ofegat l’economia i han fet
disminuir els ingressos públics. Per tant, l’augment del deute públic és
conseqüència de la crisi, no pas la seva causa. Tot això ha tingut lloc
en el marc d’un model que ja portava temps funcionant, un model
econòmic que es basa a obtenir el màxim benefici, que es fonamenta en la
falsa premissa que el creixement pot ser il·limitat i que ignora
sistemàticament les conseqüències que això pot tenir per a la
sostenibilitat i la vida.
En totes les societats, incloses les més
avançades en termes d’igualtat d’oportunitats entre dones i homes, les
dones són les principals garants dels treballs de cures i de reproducció
en un context d’invisibilització i desvalorització del seu treball. A
la lògica del capital li interessa mantenir l’status quo pel que
fa a la divisió sexual del treball, ja que gràcies a l’expropiació del
treball i el temps de les dones es maximitza el benefici.
També l’expropiació del cos de les dones
i la cosificació del cos femení porten a una maximització del benefici
econòmic dels qui ostenten el poder econòmic. La prostitució, la
pornografia, l’abús de la cirurgia estètica, l’ús de la dona com a
reclam publicitari i, en la seva manifestació més greu, el tràfic de
dones i nenes amb finalitat d’explotació sexual, en són exemples clars.
De la mateixa manera, el sistema patriarcal capitalista promou el
control sobre el cos de les dones pel que fa als drets sexuals i
reproductius. Amb l’excusa de defensar la vida, es maquilla la veritable
intenció, que no és altra que la submissió de les dones i la garantia
de la perpetuació de la mà d’obra barata i consumista. No oblidem que si
no tenim poder de decisió sobre el nostre propi cos, cap altre poder de
decisió es fa possible.
D’altra banda, la desvalorització del
treball reproductiu té un reflex directe en el món productiu. La lògica
de creixement il·limitat del capitalisme patriarcal va permetre en un
moment determinat de necessitat la incorporació de les dones al mercat
laboral, concebent-les des com a mà d’obra més barata i fent-les servir
com a pretext per flexibilitzar i precaritzar encara més les condicions
laborals. La incorporació de les dones al mercat laboral no es va
traduir en una menor dedicació al treball reproductiu.
La política de retallades en la despesa
pública social lligada a l’augment de la demanda de cures (envelliment
de la població, menors dependents, treballs domèstics…), la menor
disponibilitat de dones a causa del treball remunerat i del desig
d’emancipació de moltes d’elles, així com la falta d’implicació de la
gran majoria dels homes en les tasques de cures, entre altres factors,
fan visible la crisi de cures que es viu a Europa. Aquesta crisi es va
diluir amb la contractació, en condicions laborals més que precàries, de
milions de dones estrangeres que van deixar els seus països d’origen,
ja colpejats anteriorment per les mateixes polítiques d’ajustos
estructurals per treballar en les cures de les famílies europees,
deixant les cures de les seves pròpies famílies en mans d’altres dones.
Com afirma Sandra Ezquerra: “La cadena transnacional de les cures ha
garantit durant anys la pervivència del capitalisme patriarcal alhora
que ha invisibilitzat la seva naturalesa excloent” (Investigaciones feministas, vol. 2, 2011, p. 175-194).
La crisi abans de la crisi
Per tot això és necessari destacar que
les dones ja estaven en crisi abans de la crisi. El repartiment desigual
de la feina remunerada i del treball de cures han portat com a
conseqüència menors taxes d’activitat i ocupació femenines. Les xifres
d’atur femení duplicaven en moltes zones les xifres d’atur masculines
abans de la crisi.
Les dones també reben salaris més baixos
i pateixen una més gran precarietat laboral (temporalitat, contractes a
temps parcial, assetjament, subocupació, etc.). Així mateix, tenen més
dificultats d’accés i promoció en el mercat laboral, especialment les
dones joves, qüestionades en el seu paper productiu per trobar-se en
edat reproductiva, com assenyala Bibiana Medialdea (Ser mujer joven no da lo mismo, 2012).
Aquest panorama de crisi de gènere ha
empitjorat per les retallades i les polítiques d’empobriment
implementades per poder fer front al rescat d’un sistema bancari en
fallida. La desigualtat de gènere augmenta en un context en què, sota el
paraigües de la darrera reforma constitucional, es prioritza el
pagament del deute per davant de la protecció de drets i serveis
socials.
Pagar el deute o com augmentar ràpidament la desigualtat de gènere
Però si les dones estàvem en crisi abans
de la crisi, també sabem que la crisi del deute ha servit per enfortir
el model patriarcal. La priorització del pagament dels interessos del
deute es dóna clarament en detriment de la despesa social, i les
retallades es concentren en sectors professionals feminitzats, com la
sanitat (-22%), l’educació (-17%), la igualtat (-42%) i el benestar
social. Les retallades de sous i acomiadaments en aquests sectors
afecten més a les dones, majoria entre les treballadores en l’àmbit
social. Però, a més, en eliminar-se serveis socials fonamentals, se
sobrecarrega les dones amb el treball de cures i reproducció.
L’incompliment de la llei de la
dependència, juntament amb la reducció d’ingressos familiars, implica
que cada cop hi ha més dones que deixen d’externalitzar el servei de
cures i el duen a terme elles mateixes. Alhora, augmenta el nombre de
dones cuidadores que deixen de rebre la prestació per tenir sota la seva
responsabilitat una persona dependent.
Mesures fiscals com al congelació del
salari mínim, la reforma de l’IRPF, l’augment de l’IVA, l’aplaçament en
la millora de la pensió de viduïtat i del permís de paternitat i la
congelació de pensions no contributives deixen les dones en situació de
més gran vulnerabilitat. Totes aquestes mesures afecten més qui té menys
i qui s’encarrega principalment del treball reproductiu no remunerat.
Les reformes laborals posen fi de
cop als avenços aconseguits en els darrers anys pel que fa a les
polítiques d’igualtat d’oportunitats en la feina. L’augment de la
flexibilitat en l’acomiadament, la possibilitat de negociació particular
de condicions laborals i el retrocés en la regulació de la feina
domèstica, entre d’altres, són mesures que no únicament limiten les
possibilitats de les dones a l’hora de denunciar situacions de
desigualtat, sinó que són el brou on es cou que aquestes situacions es
donin amb més facilitat, en un context en el qual el nombre de persones a
l’atur supera ja els sis milions.
Des de que vam començar a escoltar la paraula deute
hem assistit a un periple de decisions que ratifiquen tot el que s’ha
esmentat fins ara: eliminació del Ministeri d’Igualtat, retallades en
els pressupostos d’igualtat (-42%) i retallades en les partides
destinades a l’atenció integral de la violència de gènere (-28%). En tot
el territori de l’Estat espanyol hem assistit a l’acomiadament d’Agents
de la Igualtat d’Oportunitats, principalment dones, a la desaparició de
programes d’igualtat d’oportunitats a la feina, a l’eliminació de
serveis d’atenció i suport a dones que han viscut experiències de
violència masclista (cases d’acollida, centres d’emergència, serveis
municipals d’informació, etc.) i a l’incompliment de facto de la
Llei per la Igualtat efectiva de dones i homes i de la Llei de Mesures
de Protecció Integral contra la Violència de Gènere.
Es transmet a la població la idea que es
tracta de polítiques supèrflues, que només ens podem permetre en època
de bonança econòmica. Però en realitat són ara més necessàries que mai.
En definitiva, estem assistint al desmantellament de serveis i programes
que no feien sinó posar un granet de sorra en la lluita per a la no
vulneració de drets bàsics, donat que es destinaven pressupostos
irrisoris a aquests programes.
I això és així perquè ara ho necessita
el sistema capitalista per continuar obtenint beneficis i sortir
reforçat d’aquesta crisi. Es tracta d’aprofundir en la ideologia
patriarcal i retornar al model únic de família: el model nuclear que
asseguri el paper de les dones com principals garants del treball
reproductiu i de tot allò que l’Estat deixa de cobrir per fer front al
pagament del deute.
En definitiva, les polítiques d’austeritat no són neutrals pel que fa al gènere.
Com sortir del mal camí
La Comissió de Dret Internacional de les
Nacions Unides qualifica d’inadmissible “un Estat que abandona els
serveis públics de manera que deixa a la seva comunitat en el caos i
l’anarquia simplement per poder disposar dels diners per reemborsar els
seus creditors”. Per tant, no tan sols són il·legítims els deutes que
s’han contret per fer front al rescat del sistema bancari, sinó que són
il·legítims també els pagaments del deute que impliquin la vulneració de
drets econòmics, socials i culturals de la població. Com veiem, per fer
front a un deute que no es nostre (el deute privat), s’està generant un
deute encara més gran amb les dones, amb les futures generacions, amb
les persones migrants, amb la gent gran i amb el medi ambient.
L’anul·lació dels deutes il·legítims i
impagables és una mesura prioritària però no suficient. La forma com
s’ha gestionat la crisi mostra com el patriarcat es manté com la base
d’aquest capitalisme antisocial. Si no es produeixen canvis més
profunds, el sistema continuarà subsistint i reproduint dinàmiques
patriarcals. És, per tant, necessari un gir des de la lògica del capital
a la lògica de la vida. I per això és necessari fer visible de manera
contundent i constant que el conflicte no es exclusivament entre el
capital i el treball, sinó entre el capital i la sostenibilitat de la
vida.
És urgent donar passos ferms cap a un
altre model econòmic que es basi en el ple exercici de drets per part de
totes les persones, independentment del seu sexe d’origen, i que tingui
en compte la necessària protecció de l’entorn. En aquest nou ordre de
coses, el repartiment equitatiu de tots els treballs, els remunerats i
els no remunerats, adquireix una especial rellevància.
Tenim ja experiències que provenen de
l’economia social i solidària i que demostren que un altre model
econòmic és possible i necessari. Aquest és el camí que hem de seguir,
sense perdre de vista en cap moment que, pel que fa al gènere, cap
mesura que es posi en marxa serà neutral mentre la divisió sexual del
treball continuï existint, fortament arrelada en la valoració diferent
dels treballs productius i reproductius.