"Quien se pronuncia por el camino reformista en lugar de y en oposición a la conquista del poder político y a la revolución social no elige en realidad un camino más tranquilo, seguro y lento hacia el mismo objetivo, sino un objetivo diferente: en lugar de la implantación de una nueva sociedad, elige unas modificaciones insustanciales de la antigua." Rosa Luxemburgo

martes, 12 de marzo de 2013

La expropiación del trabajo y del cuerpo de las mujeres

por la Comisión de género de la Plataforma Auditoria Ciudadana de la Deuda, PACD
Publicado en el Setmanari Directa nº 308 el 6 de marzo de 2013

Convendría recordar que la situación de crisis que vivimos no sólo es económica y financiera, también es social, ecológica, alimentaria, de cuidados y de género. Por lo tanto convendría que tengamos muy presente que la situación actual es producto de un modelo económico que precariza la vida y que, en último término, como lo señala Amaia Pérez Orozco desde el ámbito de la economía ecofeminista, atenta contra la vida: «en un contexto en el que hay medios más que suficientes para garantizar unas condiciones de vida dignas, las vidas están continuamente amenazadas» (De vidas vivibles y producción imposible, 2012). De todas las crisis, los media sólo reflejan la crisis de la deuda, convirtiéndose ésta en un concepto cotidiano. Sin embargo, este concepto engloba una gran variedad de situaciones. Y también preceptos morales, como el casi obligatorio: una deuda siempre se debe saldar. Aunque no siempre sea así.

La más conocida es la deuda financiera, o sea, la deuda monetaria contraída con un banco por una familia, una empresa o un Estado. No obstante, existen otras deudas: la ecológica, la histórica, la de género. Al enarbolarlas, simbólicamente, visibilizan el hecho de que el capitalismo se desarrolla mediante el expolio y la explotación por parte de una minoría de la riqueza generada por la mayoría. Estas otras deudas no se pueden cuantificar y quizás no se podrán devolver jamás. Y a pesar de que son muy superiores a la deuda financiera, ni salen en los diarios ni se habla de ellas. Todavía son invisibles. Ante esta invisibilidad, hay muchas personas que luchan para que se tengan en cuenta, para que se reconozcan.

Una de estas deudas invisibles es la deuda de género, que es la que tiene la sociedad con las mujeres. Porque las mujeres son acreedoras, en particular, respecto al Estado y a las empresas, ya que son las que realizan el trabajo de cuidados que permite la reproducción de los trabajadores y trabajadoras. Aunque muchas mujeres tengan una doble jornada laboral, solamente se les reconoce una, la otra ni está socialmente reconocida ni es remunerada. Mientras vivamos en un patriarcado capitalista, la deuda con las mujeres no será reconocida ni, evidentemente, restituida.

Le llaman deuda pero es patriarcado capitalista

A diferencia de lo que a menudo nos intentan hacer creer, la deuda que ahoga a los países de la periferia europea no responde a una elevada deuda pública, sino a la deuda privada. Sin embargo, durante los últimos años el rescate bancario produjo un aumento de la deuda pública, que llevó a la imposición de políticas antisociales que ahogaron la economía e hicieron disminuir los ingresos públicos. Por lo tanto, el aumento de la deuda pública es una consecuencia de la crisis y no su causa. El marco de todo esto es un modelo con mucho tiempo de funcionamiento, basado en la obtención del máximo beneficio. Su falsa premisa es el crecimiento ilimitado que ignora, de forma sistemática, las consecuencias que puede tener sobre la sostenibilidad y la vida.

En todas las sociedades, incluidas las más avanzadas con respecto a la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, siempre las mujeres son la garantía del trabajo de cuidados y de reproducción, en un contexto de invisibilización y de desvalorización de su trabajo. Pero al capital le interesa mantener este statu quo para la división sexual del trabajo: la expropiación del trabajo y el tiempo de las mujeres maximiza su beneficio.

También la expropiación del cuerpo de las mujeres y su cosificación maximiza el beneficio de los que detentan el poder económico. La prostitución, la pornografía, el abuso de la cirugía estética, la utilización de la mujer como reclamo publicitario, y lo más grave, el tráfico de mujeres y niñas para su explotación sexual, son un claro ejemplo. En forma similar, el sistema patriarcal capitalista promueve el control del cuerpo de las mujeres con respecto a sus derechos sexuales y reproductivos. Con la excusa de defender la vida, se maquilla su verdadera intención que no es otra que la de obtener la sumisión de las mujeres, para garantizar la perpetuación de una mano de obra barata y consumista. No debemos olvidar que si no ejercemos el poder de decisión sobre nuestro propio cuerpo, ningún otro poder de decisión será posible.

Por otra parte, la desvalorización del trabajo reproductivo se refleja directamente en el mundo productivo. La lógica del crecimiento ilimitado, cara al capitalismo patriarcal, permitió en un momento determinado de necesidad la incorporación de las mujeres al mercado laboral, utilizándolas como mano de obra más barata y como pretexto para flexibilizar y precarizar aún más las condiciones laborales. La incorporación de las mujeres al mercado laboral no se tradujo en una menor dedicación al trabajo reproductivo.

La política de recortes del gasto público social ligada a un aumento de la demanda de cuidados (envejecimiento de la población, menores dependientes, trabajo doméstico…), la menor disponibilidad de mujeres debido a sus trabajos remunerados y al deseo de emancipación de muchas de ellas, junto a la falta de implicación de la gran mayoría de los hombres en las tareas de cuidados, entre otros factores, sacan a la luz del día la crisis de cuidados que se vive en Europa. Crisis en parte paliada por la contratación, en condiciones laborales más que precarias, de millones de mujeres extranjeras que dejaron sus países de origen, ya arruinados por las mismas políticas de ajustes estructurales, para trabajar en el cuidados de las familias europeas, dejando el cuidado de su propia familia en manos de otras mujeres. Como afirma Sandra Ezquerra: «La cadena transnacional de cuidados ha garantizado durante años la pervivencia del capitalismo patriarcal mientras que ha invisibilizado su naturaleza excluyente.» (Investigaciones feministas, vol. 2, 2011, pp. 175-194)

La crisis antes de la crisis

Por todo lo dicho, es necesario destacar que las mujeres ya estaban en crisis antes de la crisis. El reparto desigual del trabajo remunerado y del trabajo de cuidados tiene como consecuencia una menor tasa de actividad y de ocupación femenina. Antes de la crisis, las cifras del paro femenino duplicaban en muchas zonas las cifras del paro masculino.

Además, las mujeres reciben salarios más bajos y sufren una mayor precariedad laboral (temporalidad, contratos de tiempo parcial, acoso, subocupación, etc.). También tienen más dificultad en el acceso y la promoción en el mercado laboral, especialmente las mujeres jóvenes, cuestionadas en su papel productivo al encontrase en edad reproductiva, como señala Bibiana Medialdea (Ser joven no da los mismo, 2012).

Este panorama de crisis de género ha empeorado por los recortes y las políticas de empobrecimiento implantadas para poder hacer frente al rescate del quebrado sistema bancario. La desigualdad de género aumenta en una situación en la que, bajo el paraguas de la reforma constitucional, se prioriza el pago de la deuda por delante de la protección de los derechos y servicios sociales.

Pagar la deuda o cómo aumentar rápidamente la desigualdad de género

Las mujeres estaban en crisis antes de la crisis pero también sabemos que la crisis de la deuda ha servido para fortalecer el modelo patriarcal. La prioridad en el pago de los intereses de la deuda se decide, claramente, en detrimento de los gastos sociales. Además los recortes se concentran en sectores profesionales feminizados como la sanidad (-22%), la educación (-17 %), la igualdad (-42 %) y el bienestar social. En estos sectores, los recortes en dinero y los despidos afectan más a las mujeres, ya que son mayoría en el ámbito social. Este proceso de eliminación de servicios sociales sobrecarga a las mujeres con más trabajo de cuidados y reproducción.

El incumplimiento de la ley de dependencia junto a la reducción de ingresos familiares implica una reducción en la externalización del servicio de cuidados puesto que cada vez más mujeres asumen el de su propia familia. Al mismo tiempo, se aumenta el número de mujeres cuidadoras que dejan de recibir la prestación por ser responsables del cuidado de una persona dependiente.

Unas medidas fiscales como la congelación del salario mínimo, la reforma del IRPF, el aumento del IVA, el aplazamiento en la mejora de la pensión de viudedad y del permiso de paternidad, la congelación de las pensiones no contributivas dejan a las mujeres en una situación de mayor vulnerabilidad. Todas estas medidas afectan más a las que tienen menos y a las que se encargan principalmente del trabajo reproductivo no remunerado.

Las reformas laborales acaban de golpe con los avances producidos en los últimos años dentro de las políticas de igualdad de oportunidades en el trabajo. El aumento de la flexibilidad en los despidos, la posibilidad de negociación particular de las condiciones laborales y el retroceso en la regulación de las tareas domésticas son medidas, entre otras muchas, que no sólo limitan la capacidad de las mujeres para denunciar situaciones de desigualdad, sino que constituyen el caldo de cultivo de estas situaciones, en un contexto en el que el número de personas desempleadas llega ya a los seis millones.

Desde que comenzamos a escuchar la palabra deuda asistimos a una serie de decisiones que ratifican lo que se ha mencionado aquí: eliminación del ministerio de Igualdad, recortes en los presupuestos de igualdad (-42 %), recortes en las partidas destinadas a la atención integral de la violencia de género (-28 5). En todo el territorio del Estado español se produjo el despido de los Agentes para la Igualdad de Oportunidades, principalmente mujeres, la desaparición de los programas de igualdad de oportunidades en el trabajo, la eliminación de los servicios de atención y de ayuda a las mujeres víctimas de la violencia machista (casas de acogida, centros de emergencia, servicios municipales de información, etc.) y al incumplimiento de facto de la ley por la Igualdad efectiva de mujeres y hombres y la ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género.

Con todo ello, se quiere transmitir a la población que se trata de políticas superfluas, que únicamente se pueden permitir en tiempos de bonanza económica. Sin embargo, estas políticas son más necesarias que nunca. O sea, que estamos asistiendo al desmantelamiento de los servicios y programas que sólo ponían un granito de arena en la lucha por la no vulneración de los derechos básicos, dado que los presupuestos de estos programas eran irrisorios.

Y no puede ser de otro modo puesto que el sistema capitalista lo necesita para continuar obteniendo beneficios y salir reforzado de la crisis. Se trata de profundizar en la ideología patriarcal y de volver al modelo único de familia: el nuclear que asegura la función de las mujeres como principales garantes del trabajo reproductivo, y además, de todo lo que el Estado deja de asumir en pro del pago de la deuda.
Por lo tanto, las políticas de austeridad no son neutrales con respecto al género.

¿Cómo salir del mal camino?

La Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas califica de inadmisible que «un Estado abandone los servicios públicos de manera que deje a su población en el caos y la anarquía simplemente para poder disponer del dinero para reembolsar a sus acreedores». En consecuencia, no sólo son ilegítimas las deudas contraídas para hacer frente al rescate del sistema bancario, sino que también son ilegítimos los pagos de la deuda que impliquen la vulneración de los derechos económicos, sociales y culturales de la población. Como ya hemos visto, para hacer frente al pago de una deuda que no es nuestra (la deuda privada) se está generando una deuda mayor con las mujeres, con las generaciones futuras, con las personas migrantes, con los mayores y con el medio ambiente.

La anulación de las deudas ilegítimas e impagables es una medida prioritaria pero no suficiente. La forma en la que se ha gestionado la crisis muestra que el patriarcado se mantiene como el fundamento de este capitalismo antisocial. Si no se producen cambios más profundos, el sistema continuará subsistiendo y reproduciendo unas dinámicas patriarcales. Por consiguiente es necesario un cambio de dirección desde la lógica del capital hacia la lógica de la vida. Y para eso hay que proclamar de manera contundente y constante que el conflicto no es exclusivamente entre el capital y el trabajo, sino también entre el capital y la sostenibilidad de la vida.

Es urgente encaminarnos sin vacilaciones hacia otro modelo económico que se base en que todas las personas gocen del pleno ejercicio de sus derechos, independientemente de su sexo de origen, y que tenga en cuenta la protección necesaria del ambiente. En este nuevo orden, adquiere una especial relevancia el reparto equitativo de todos los trabajos: remunerados o no remunerados.

Tenemos experiencias que provienen de la economía social y solidaria que demuestran que otro modelo económico es posible y necesario. Este es el camino que debemos seguir, sin perder de vista en ningún momento, con respecto al género, que ninguna medida que se ponga en marcha será neutra mientras exista la división sexual del trabajo, arraigada fuertemente en la valoración diferente de los trabajos productivos y reproductivos.

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El deute de gènere


L’expropiació del treball i el cos de les dones
Comissió de gènere de la PACD. Publicat al Setmanari Directa nº 308 el 6 de març de 2013

Convé recordar que la situació de crisi que vivim no és únicament econòmica i financera, sinó també social, ecològica, alimentària, de cures i de gènere. Alhora, convé tenir molt present que aquesta situació és el resultat d’un model econòmic que precaritza la vida i que, en darrer terme, com assenyala Amaia Pérez Orozco des de l’àmbit de l’economia ecofeminista, atemptat contra la mateixa vida: “en un context en què hi ha mitjans més que suficients per garantir condicions de vida dignes, les vides estan sota amenaça permanet” (De vides visibles i producció invisible, 2012). De totes les crisis, els mitjans de comunicació de masses reflecteixen només la crisi del deute. I, per bé que el deute s’ha convertit en un concepte quotidià, el mateix concepte recull una gran varietat de situacions. Sota el concepte de deute s’amaguen preceptes morals, el més clar dels quals és el de “un deute sempre es paga”, tot i que no sempre és així.

El deute financer, el més conegut, és un deute monetari amb un banc que pot tenir contret una família, l’Estat o una empresa. Però existeixen altres deutes: el deute ecològic, el deute històric o el deute de gènere. Deutes que, d’una manera simbòlica, s’alcen per fer visible que el capitalisme s’ha desenvolupat basant-se en l’espoli i l’explotació per part d’una minoria de la riquesa generada per la majoria. Són deutes incalculables que probablement mai podran ser retornats. Tot i ser clarament superiors quantitativament que el deute financer, no surten als diaris ni se’n parla. Són deutes encara invisibles. Davant d’aquesta invisibilitat, moltes persones lluiten perquè es tinguin en compte, perquè es reconeguin.

El deute de gènere, és a dir, el deute que la societat té amb les dones, és també un deute invisible. Les dones són creditores, especialment respecte l’Estat i les empreses, perquè són les que realitzen el treball de cures que permet que els treballadors i les treballadores es reprodueixin. Si bé moltes dones tenen una doble jornada laboral, una d’aquestes dues jornades no està socialment reconeguda ni és remunerada. I, de fet, mentre visquem en un patriarcat capitalista, el deute amb les dones no serà reconegut ni serà, evidentment, restituït.

Li diuen deute però és patriarcat capitalista

A diferència del que sovint ens intenten fer creure, l’elevat deute que ofega als països de la perifèria europea no és la causa de l’elevat deute públic, sinó del deute privat. Els darrers anys, però, el rescat bancari ha augmentat el deute públic, i les polítiques antisocials imposades han ofegat l’economia i han fet disminuir els ingressos públics. Per tant, l’augment del deute públic és conseqüència de la crisi, no pas la seva causa. Tot això ha tingut lloc en el marc d’un model que ja portava temps funcionant, un model econòmic que es basa a obtenir el màxim benefici, que es fonamenta en la falsa premissa que el creixement pot ser il·limitat i que ignora sistemàticament les conseqüències que això pot tenir per a la sostenibilitat i la vida.

En totes les societats, incloses les més avançades en termes d’igualtat d’oportunitats entre dones i homes, les dones són les principals garants dels treballs de cures i de reproducció en un context d’invisibilització i desvalorització del seu treball. A la lògica del capital li interessa mantenir l’status quo pel que fa a la divisió sexual del treball, ja que gràcies a l’expropiació del treball i el temps de les dones es maximitza el benefici.

També l’expropiació del cos de les dones i la cosificació del cos femení porten a una maximització del benefici econòmic dels qui ostenten el poder econòmic. La prostitució, la pornografia, l’abús de la cirurgia estètica, l’ús de la dona com a reclam publicitari i, en la seva manifestació més greu, el tràfic de dones i nenes amb finalitat d’explotació sexual, en són exemples clars. De la mateixa manera, el sistema patriarcal capitalista promou el control sobre el cos de les dones pel que fa als drets sexuals i reproductius. Amb l’excusa de defensar la vida, es maquilla la veritable intenció, que no és altra que la submissió de les dones i la garantia de la perpetuació de la mà d’obra barata i consumista. No oblidem que si no tenim poder de decisió sobre el nostre propi cos, cap altre poder de decisió es fa possible.

D’altra banda, la desvalorització del treball reproductiu té un reflex directe en el món productiu. La lògica de creixement il·limitat del capitalisme patriarcal va permetre en un moment determinat de necessitat la incorporació de les dones al mercat laboral, concebent-les des com a mà d’obra més barata i fent-les servir com a pretext per flexibilitzar i precaritzar encara més les condicions laborals. La incorporació de les dones al mercat laboral no es va traduir en una menor dedicació al treball reproductiu.

La política de retallades en la despesa pública social lligada a l’augment de la demanda de cures (envelliment de la població, menors dependents, treballs domèstics…), la menor disponibilitat de dones a causa del treball remunerat i del desig d’emancipació de moltes d’elles, així com la falta d’implicació de la gran majoria dels homes en les tasques de cures, entre altres factors, fan visible la crisi de cures que es viu a Europa. Aquesta crisi es va diluir amb la contractació, en condicions laborals més que precàries, de milions de dones estrangeres que van deixar els seus països d’origen, ja colpejats anteriorment per les mateixes polítiques d’ajustos estructurals per treballar en les cures de les famílies europees, deixant les cures de les seves pròpies famílies en mans d’altres dones. Com afirma Sandra Ezquerra: “La cadena transnacional de les cures ha garantit durant anys la pervivència del capitalisme patriarcal alhora que ha invisibilitzat la seva naturalesa excloent” (Investigaciones feministas, vol. 2, 2011, p. 175-194).

La crisi abans de la crisi

Per tot això és necessari destacar que les dones ja estaven en crisi abans de la crisi. El repartiment desigual de la feina remunerada i del treball de cures han portat com a conseqüència menors taxes d’activitat i ocupació femenines. Les  xifres d’atur femení duplicaven en moltes zones les xifres d’atur masculines abans de la crisi.

Les dones també reben salaris més baixos i pateixen una més gran precarietat laboral (temporalitat, contractes a temps parcial, assetjament, subocupació, etc.). Així mateix, tenen més dificultats d’accés i promoció en el mercat laboral, especialment les dones joves, qüestionades en el seu paper productiu per trobar-se en edat reproductiva, com assenyala Bibiana Medialdea (Ser mujer joven no da lo mismo, 2012).

Aquest panorama de crisi de gènere ha empitjorat per les retallades i les polítiques d’empobriment implementades per poder fer front al rescat d’un sistema bancari en fallida. La desigualtat de gènere augmenta en un context en què, sota el paraigües de la darrera reforma constitucional, es prioritza el pagament del deute per davant de la protecció de drets i serveis socials.

Pagar el deute o com augmentar ràpidament la desigualtat de gènere

Però si les dones estàvem en crisi abans de la crisi, també sabem que la crisi del deute ha servit per enfortir el model patriarcal. La priorització del pagament dels interessos del deute es dóna clarament en detriment de la despesa social, i les retallades es concentren en sectors professionals feminitzats, com la sanitat (-22%), l’educació (-17%), la igualtat (-42%) i el benestar social. Les retallades de sous i acomiadaments en aquests sectors afecten més a les dones, majoria entre les treballadores en l’àmbit social. Però, a més, en eliminar-se serveis socials fonamentals, se sobrecarrega les dones amb el treball de cures i reproducció.

L’incompliment de la llei de la dependència, juntament amb la reducció d’ingressos familiars, implica que cada cop hi ha més dones que deixen d’externalitzar el servei de cures i el duen a terme elles mateixes. Alhora, augmenta el nombre de dones cuidadores que deixen de rebre la prestació per tenir sota la seva responsabilitat una persona dependent.

Mesures fiscals com al congelació del salari mínim, la reforma de l’IRPF, l’augment de l’IVA, l’aplaçament en la millora de la pensió de viduïtat i del permís de paternitat i la congelació de pensions no contributives deixen les dones en situació de més gran vulnerabilitat. Totes aquestes mesures afecten més qui té menys i qui s’encarrega principalment del treball reproductiu no remunerat.

Les reformes laborals posen fi de cop als avenços aconseguits en els darrers anys pel que fa a les polítiques d’igualtat d’oportunitats en la feina. L’augment de la flexibilitat en l’acomiadament, la possibilitat de negociació particular de condicions laborals i el retrocés en la regulació de la feina domèstica, entre d’altres, són mesures que no únicament limiten les possibilitats de les dones a l’hora de denunciar situacions de desigualtat, sinó que són el brou on es cou que aquestes situacions es donin amb més facilitat, en un context en el qual el nombre de persones a l’atur supera ja els sis milions.

Des de que vam començar a escoltar la paraula deute hem assistit a un periple de decisions que ratifiquen tot el que s’ha esmentat fins ara: eliminació del Ministeri d’Igualtat, retallades en els pressupostos  d’igualtat (-42%) i retallades en les partides destinades a l’atenció integral de la violència de gènere (-28%). En tot el territori de l’Estat espanyol hem assistit a l’acomiadament d’Agents de la Igualtat d’Oportunitats, principalment dones, a la desaparició de programes d’igualtat d’oportunitats a la feina, a l’eliminació de serveis d’atenció i suport a dones que han viscut experiències de violència masclista (cases d’acollida, centres d’emergència, serveis municipals d’informació, etc.) i a l’incompliment de facto de la Llei per la Igualtat efectiva de dones i homes i de la Llei de Mesures de Protecció Integral contra la Violència de Gènere.
Es transmet a la població la idea que es tracta de polítiques supèrflues, que només ens podem permetre en època de bonança econòmica. Però en realitat són ara més necessàries que mai. En definitiva, estem assistint al desmantellament de serveis i programes que no feien sinó posar un granet de sorra en la lluita per a la no vulneració de drets bàsics, donat que es destinaven pressupostos irrisoris a aquests programes.

I això és així perquè ara ho necessita el sistema capitalista per continuar obtenint beneficis i sortir reforçat d’aquesta crisi. Es tracta d’aprofundir en la ideologia patriarcal i retornar al model únic de família: el model nuclear que asseguri el paper de les dones com principals garants del treball reproductiu i de tot allò que l’Estat deixa de cobrir per fer front al pagament del deute.

En definitiva, les polítiques d’austeritat no són neutrals pel que fa al gènere.

Com sortir del mal camí

La Comissió de Dret Internacional de les Nacions Unides qualifica d’inadmissible “un Estat que abandona els serveis públics de manera que deixa a la seva comunitat en el caos i l’anarquia simplement per poder disposar dels diners per reemborsar els seus creditors”.  Per tant, no tan sols són il·legítims els deutes que s’han contret per fer front al rescat del sistema bancari, sinó que són il·legítims també els pagaments del deute que impliquin la vulneració de drets econòmics, socials i culturals de la població. Com veiem, per fer front a un deute que no es nostre (el deute privat), s’està generant un deute encara més gran amb les dones, amb les futures generacions, amb les persones migrants, amb la gent gran i amb el medi ambient.

L’anul·lació dels deutes il·legítims i impagables és una mesura prioritària però no suficient. La forma com s’ha gestionat la crisi mostra com el patriarcat es manté com la base d’aquest capitalisme antisocial. Si no es produeixen canvis més profunds, el sistema continuarà subsistint i reproduint dinàmiques patriarcals. És, per tant, necessari un gir des de la lògica del capital a la lògica de la vida. I per això és necessari fer visible de manera contundent i constant que el conflicte no es exclusivament entre el capital i el treball, sinó entre el capital i la sostenibilitat de la vida.

És urgent donar passos ferms cap a un altre model econòmic que es basi en el ple exercici de drets per part de totes les persones, independentment del seu sexe d’origen, i que tingui en compte la necessària protecció de l’entorn. En aquest nou ordre de coses, el repartiment equitatiu de tots els treballs, els remunerats i els no remunerats, adquireix una especial rellevància.

Tenim ja experiències que provenen de l’economia social i solidària i que demostren que un altre model econòmic és possible i necessari. Aquest és el camí que hem de seguir, sense perdre de vista en cap moment que, pel que fa al gènere, cap mesura que es posi en marxa serà neutral mentre la divisió sexual del treball continuï existint, fortament arrelada en la valoració diferent dels treballs productius i reproductius.