por Esther Gómez Morante, Jorge García Castaño
Una de las propuestas más debatidas desde la
creación de Ahora Madrid ha sido la posibilidad de emprender una
auditoría ciudadana de la deuda
municipal. Una deuda que es percibida, con razón, como uno de las
mayores condicionantes para una política transformadora desde el
gobierno local.
Es normal, en Madrid la deuda
lo explica casi todo, el pago de la deuda se ha llegado a llevar un
tercio del presupuesto ejecutado en 2013 y 2014, bastante más de 1.000
millones al año de un presupuesto que -desde el inicio de la crisis- ha
caído ya más de un 40% si excluimos las cargas financieras. Y esto no se
ha acabado, según los calendarios de amortización que ha venido
presentando el equipo de Botella, la deuda será un factor central
durante toda la próxima legislatura.
En nuestro criterio, una auditoría ciudadana puede ayudar a cambiar
las cosas en parte, a mejorar la posición del Ayuntamiento de cara a los
acreedores o frente a la administración central y probablemente mejorar
las condiciones de pago. Quienes dicen que la deuda hay que pagarla
“religiosamente”, en las actuales condiciones, ignoran que ya ha habido
cambios en los tipos y plazos a los que se pagan algunas deudas (¡y esto
con el gobierno del PP!) como son las de los planes de pago a
proveedores.
Entendemos que es un deber básico del nuevo gobierno democrático
diseñar un proceso a través del cual la ciudadanía pueda conocer, de
forma inteligible, cuánto se debe, a quién se debe, en qué condiciones y
para hacer qué. No se trata sólo de un proceso técnico o burocrático,
nosotras lo entendemos como un proceso de aprendizaje ciudadano, un
ejercicio pedagógico que nos vacune contra el despilfarro y las
políticas faraónicas. Lo vemos como una escuela de municipalismo. Es
evidente que el proceso debe vincular expertos, pero sobre todo a la
gente, a través de audiencias públicas en los barrios, métodos de
participación digital, etc.
En la misma línea es necesario auditar los nuevos contratos
integrales que afectan a buena parte de las principales competencias
municipales (recogida de basuras, limpieza viaria, parque y jardines…).
Su volumen y duración hacen que sean un elemento determinante para la
gestión durante los próximos años, sea cual sea el gobierno. El próximo
gobierno debe redoblar la vigilancia en el cumplimiento de las
condiciones, obligando a la prestación de un servicio de calidad y
garantizando unas condiciones laborales dignas. Nuestro horizonte pasa
por recuperar la gestión directa de buena parte de estos servicios pero
mientras lo conseguimos no podemos quedarnos parados, hay muchas cosas
que se pueden hacer desde el gobierno de la ciudad.
En nuestro país, durante años, la idea hegemónica de progreso de las
ciudades ha venido a ser una simple yuxtaposición de operaciones masivas
de calificación de suelo, construcción de infraestructuras de
transporte y celebración de grandes eventos. En nuestra ciudad, esto ha
significado un desastre económico, social, urbanístico y cultural sin
paliativos. Si hablamos de deuda, esta pasó de 1.400 a 10.000 millones
entre 2003 y 2008, mientras los ingresos del Ayuntamiento se duplicaban y
el IBI se multiplicaba por tres.
Tenemos derecho a evaluar si cosas como Caja Mágica, Madrid Arena,
Centro Acuático, Centro Internacional de Convenciones, Vallehermoso, La
Cebada o La Peineta tenían sentido. Saber cuánto costaron realmente y
valorar qué políticas dejamos de hacer a cambio. Seguramente así
sabremos si a la hora de diseñar un proyecto de ciudad pesaron más los
intereses generales o los de un oligopolio que ha sido dueño y señor de
la ciudad, desde el ladrillo, a la obra civil, los contratos de
servicios y ahora hasta los servicios sociales.
La mejor manera de encarar el futuro es aprender de los errores del
pasado. Madrid ha sido gestionada durante demasiados años en beneficio
de un pequeño grupo de empresas constructoras. Ahora es el momento de
conquistar el Ayuntamiento para devolver el poder a la gente.
Ver en línea : http://blogs.publico.es/otrasmirada...