por Yago Álvarez, Iolanda Fresnillo
Fuente: Publico.es
Cada una de nosotras debía en diciembre del año
pasado 23.332,44€, un 4,8% respecto al año anterior. Desde bebés de cuna
hasta jubilados, trabajadoras y parados, todos y cada uno de los
ciudadanos y ciudadanas del Estado español, lo que significa 1,08
billones de euros. Si en su casa son cuatro deben multiplicar: la
familia debe 93 mil euros. Si alguien llamara a nuestra puerta, nos
dijera que debemos cada una más de 23 mil euros y nos preguntara si nos
preocupa ¿cómo nos sentiríamos?
La respuesta parece bastante obvia. Deber dinero preocupa. Sobre todo si no tenemos suficientes recursos para devolverlo o si su pago nos supone tener que recortar en otros gastos y necesidades básicas.
La respuesta parece bastante obvia. Deber dinero preocupa. Sobre todo si no tenemos suficientes recursos para devolverlo o si su pago nos supone tener que recortar en otros gastos y necesidades básicas.
Pues algo pasa cuando la deuda ni tan solo aparece en la reciente encuesta publicada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS)
sobre los temas que preocupan a la población española. Vuelven a
aparecer el desempleo, la situación económica general y la corrupción en
la cabecera de nuestras obsesiones. La sanidad y la educación, tan
mermadas por los continuos recortes, ocupan la cuarta y quinta posición.
¿Por qué la deuda
no aparece en las encuestas si afecta de una manera transveral a la
mayoría de la población? ¿Por qué no vemos el excesivo endeudamiento de
nuestro país como una preocupación cuando señalamos como problemas
principales a varias de sus principales consecuencias?
La deuda no está entre nuestras preocupaciones porque las élites
financieras y políticas se han encargado de separarla de sus
consecuencias en nuestro imaginario. Los partidos políticos se han
encargado de que miremos al dedo cuando se señala a la luna. Nos hablan
de recuperación económica pero esconden que esta es aún inferior al
crecimiento del endeudamiento.
Tras ocho años desde el estallido de la crisis de deuda, y tras cinco de la emergencia del 15M,
seguimos, como país, en el desconocimiento de las finanzas públicas,
los procesos de endeudamiento, del rol de los “mercados” y de las
consecuencias de la deuda sobre nuestra vida. Entramos en crisis por la
deuda y salimos de ella a base de más deuda.
Cuando nuestro Tesoro emite deuda pública a tipos de intereses bajos
los medios de comunicación y gran parte de la clase política celebran la
noticia. “España consigue colocar 4.000 millones de euros de deuda a un
precio muy barato”, comenta un presentador con tono eufórico mientras
muestra imágenes del Minisitro Luís de Guindos sonriendo complaciente.
Como va ese ciudadano a preocuparse si ese ministro no le explica que
dentro de poco tendrán que devolver ese dinero y que si no tenemos la
capacidad de devolverlo, tendremos que refinanciar esa deuda, pagar los intereses (por bajos que sean) y pedir más dinero para cubrir las necesidades de financiación del Estado.
Como va a preocuparse por la deuda la gente a la que pregunta el CIS entre los 15 y los 29 años si nadie les explica que el pago de esa deuda es la causante de que se hayan duplicado las tasas universitarias,
de que se ofrezcan muchas menos plazas públicas de empleo o de que no
haya recursos para realizar una política pública de garantía de acceso a
la vivienda.
Como van a preocuparse las familias si nadie les dice que los colegios aumentan ratios y reducen calefacción porque la deuda obliga recortar.
Tampoco parece que la gente de esa edad entienda que una de las
principales causas del cierre de plantas en hospitales y el aumento en
las listas de espera sea que hemos tenido que realizar recortes en
sanidad para pagar los intereses del billón de euros que debemos.
De hecho, en 2016 pagaremos, solo en intereses, más de lo que destinaremos a prestaciones por desempleo y políticas activas de empleo (25.034 millones), a Sanidad (4.001 millones) y a Educación (2.483 millones) juntas. Sumadas se quedan a 2.000 millones de los 33.490 millones de euros destinados a intereses generados por la deuda pública.
No es muy común oír a un jubilado quejarse sobre el
sobreendeudamiento cuando congelan su pensión o cuando el gobierno
vuelve a meter mano en la hucha de las pensiones para hacer frente a sus
gastos corrientes o al pago de intereses de la deuda. De hecho, desde
que estalló la crisis, el gasto en deuda pública ha aumentado un 122,8%,
mientras que el gasto en pensiones lo ha hecho tan sólo un 43,9%.
Aunque siempre podría ser peor si tenemos en cuenta que en el mismo
período (2007-2015) los fondos destinados a sanidad y educación han
disminuido en torno al 8%.
La deuda es el mecanismo más efectivo y sibilino para extorsionar las clases populares en pro de las pudientes.
La deuda ha servido y sigue sirviendo para derivar recursos de todos y
todas hacia las élites financieras y económicas del país, los acreedores
y las empresas que se han beneficiados no sólo del pago de los
intereses de la deuda, sino también de las privatizaciones o la
desregulación laboral, medidas que se han impuesto como excusa de
superar la crisis de la deuda.
La deuda no está en el CIS porque no interesa visibilizarla. Por ello
desde la Plataforma Auditoria Ciudadana de la Deuda promovemos procesos
de auditoria ciudadana que permitan a la población comprender mejor el
proceso de endeudamiento, los vínculos con la realidad del día a día y,
sobretodo, las alternativas que tenemos ante la deudocracia. Pero todo
eso, claro, solo se hace tomando conciencia y actuando colectivamente.
Fuente: Publico.es